El pasado patético, subrealista,
los recuerdos alucinógenos de un talvéz
las imágenes irónicas en tus sueños
te trasladan a la certeza de un se fué.
los recuerdos alucinógenos de un talvéz
las imágenes irónicas en tus sueños
te trasladan a la certeza de un se fué.
Luna escarlata, cierzo de sal;
y el céfiro no es más que una brisa que se va,
al abismo de penas e ironías,
donde en el cielo te sientas, y te quieres lanzar.
y el céfiro no es más que una brisa que se va,
al abismo de penas e ironías,
donde en el cielo te sientas, y te quieres lanzar.
Escudriñando en las arenas del pasado,
y del reloj la arena se escapa,
a donde gira el mundo,
siempre donde la soledad ataca.
Habitando en la pena, la culpa y la tristeza,
la ira se llena de sangre y te condena,
la verbena alienta el desaliento,
cuando ves a toda la gente sonriendo.
y del reloj la arena se escapa,
a donde gira el mundo,
siempre donde la soledad ataca.
Habitando en la pena, la culpa y la tristeza,
la ira se llena de sangre y te condena,
la verbena alienta el desaliento,
cuando ves a toda la gente sonriendo.
Dirigiéndome hacia el sur,
y viendo que no estás,
regreso a mis miedos,
al entender que ya no vendrás.
Mientras mi melancolía rueda por la montaña,
se resquebraja mi deseo de regresar,
asimilando en silencio,
que el sufrimiento está por terminar.
Fumando un cigarrillo en el balcón,
durante el oleaje del mar,
dejándome guiar por la cruz austral;
para nunca más volver a dudar.
Sonriente veo al final de mi larga travesía,
a la mujer que regalé mi vida,
y llegando a su lecho le pregunto;
si le sirvió de algo toda mi agonía.
Tomando su mano y dándole un abrazo,
le pido que se marche,
porque tanto desastre, no lo aguanto más.
y viendo que no estás,
regreso a mis miedos,
al entender que ya no vendrás.
Mientras mi melancolía rueda por la montaña,
se resquebraja mi deseo de regresar,
asimilando en silencio,
que el sufrimiento está por terminar.
Fumando un cigarrillo en el balcón,
durante el oleaje del mar,
dejándome guiar por la cruz austral;
para nunca más volver a dudar.
Sonriente veo al final de mi larga travesía,
a la mujer que regalé mi vida,
y llegando a su lecho le pregunto;
si le sirvió de algo toda mi agonía.
Tomando su mano y dándole un abrazo,
le pido que se marche,
porque tanto desastre, no lo aguanto más.
Mirando al infinito, se cuela una lágrima en mi mejilla
el peso de sus mentiras le hizo caer de rodillas,
dándome fuerzas a mi mismo con mi sonrisa;
soy feliz porque sólo, eh llegado a la cima.
Pablin Kaleb
el peso de sus mentiras le hizo caer de rodillas,
dándome fuerzas a mi mismo con mi sonrisa;
soy feliz porque sólo, eh llegado a la cima.
Pablin Kaleb
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